lunes, 22 de septiembre de 2008

Literatura española (VI): Romanticismo y Realismo.



Tras la rigidez de formas que el Neoclasicismo impuso, los artistas optan por una postura más relajada en las formas pero más intimista y pasional. La filosofía ahora será la libertad en su sentido más pleno. La vuelta al yo, a la naturaleza, a la defensa del hombre por encima de las otras cosas tendrá su punto culminante durante estos años, llegando a conseguirse obras de gran importancia en todos los ámbitos culturales.

A partir de Goethe o Rousseau, los españoles irán, poco a poco, adquiriendo las formas y los elementos de un movimiento que defiende la imaginación, la fantasía y, como ya dijimos, la libertad, como los elementos fundamentales para la vida del hombre.

Dentro del Romanticismo, hay una parte defensora del tradicionalismo y los valores que se imponen con la iglesia católica y otra que es más revolucionaria, que defenderá la individuo frente a las leyes y la sociedad que se va imponiendo poco a poco: Lord Byron, Victor Hugo y Espronceda serán los tres referentes a seguir, para conocer los revolucionarios preocupados por un cambio y no el simple mantenimiento de la sociedad que ya existía. El costumbrismo será un signo de melancolía por los valores del pasado, y cuando el orden burguás se impone, dará paso a la decadencia del Romanticismo, surgiendo el Realismo.

Las características, además de la importancia que cobra el "yo" y el valor que adquiere la naturaleza, serán la fuga de este mundo, las referencias exóticas sobre países extraños, el rechazo al neoclasicismo y a sus normas en teatro, novela o poesía y también la atracción por lo oscuro y lo misterioso.

El poder religioso se intenta defender de los librepensadores que pretendían imponer una educación más laica. Los románticos, en esa búsqueda de libertad y ensueño chocan con la realidad más de una vez, lo que les llevará en el amor, el arte y la vida a un pesar que algunos sólo logrará superar con su propia muerte, es decir, mediante el suicidio, como el periodista y escritor Larra.



Aparecen tarde dos poetas como Bécquer y Rosalía de Castro, serán antirrománticos Núñez de Arce y Campoamor. Como dice Bécquer...

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

Zorrilla es uno de los mejores ejemplos con la famosa obra de teatro Don Juan Tenorio, donde expone con claridad el ascenso y la caída de un personaje que busca el placer personal a costa de los demás, y, en concreto, de las mujeres.


La reacción a este movimiento fue el Realismo donde se reflejan las características que la burguesía del momento tenía como normas: individualismo, materialismo e inmutabilidad de esto. Así, los artistas se convierten en observadores de la realidad y se dedican a describir qué pasa con todo detalle: después de Balzac, vendrá Zola y su Naturalismo, que es el Realismo extremo que practican alguno de estos escritores, cansados de las fórmulas románticas de los últimos años. El lenguaje y los temas a tratar serán cercanos, defendiendo el narrador una posición dentro de la novela. Galdós, Emilia Pardo Bazán o Clarín serán tres de nuestros novelistas del momento.
Juan Ramón, defensor del Modernismo posteriormente, Azorín, Mirbeau o Proust se rebelan en literatura y comienzan a hacer una literatura diferente e impresionista, donde las partes se presentan fragmentadamente. En arte, Monet y Renoir, por ejemplo llevarán a cabo una labor primordial en pintura, así como Cézanne o Sorolla.






A partir de aquí, lo que vamos a ver es el nuevo concepto de sociedad y arte que se impone en el siglo XX y un poco antes, con el Modernismo y las vanguardias como elementos imprescindibles para dar pie al nuevo arte.

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